Book Review: Descubrí que estaba muerto – por João Paulo Cuenca

Este es un libro que compré durante nuestras vacaciones de Diciembre 2023 en México. Lo encontré en una librería en Mérida, Yucatán, ubicada sobre la avenida Paseo Montejo, emblemática de la ciudad.

El título y descripción del libro me llamaron la atención en forma inmediata. Está escrito por João Paulo Cuenca, quien es un escritor brasileño-argentino, autor de seis libros. La contraportada del libro describe que, en 2007, fue seleccionado por el Hay Festival y los organizadores de Bogotá, Capital Mundial del Libro, como uno de los mejores 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años. También menciona que, en 2012, Granta lo seleccionó como uno de los mejores escritores brasileños jóvenes y que su obra ha sido traducida a varios idiomas.

La parte medular e interesante del libro radica en el hecho que, en 2011, el autor se enteró de que la policía tenía un acta de defunción a su nombre. La estupefacción de dicha noticia lo condujo a escribir esta novela en la que Cuenca personaje y Cuenca escritor se adentran en una búsqueda para entender las razones de ese “fallecimiento.” La obra es también un irónico retrato de un Río de Janeiro preolímpico y ganó el Premio Machado de Assis por mejor novela, otorgado por la Biblioteca Nacional de Brasil. Fue también finalista del Premio Jabuti y en 2016 fue adaptada al cine, escrita y dirigida por el propio Cuenca.

Estas son las veinte citas que más me llamaron la atención al leer esta obra;

  • La franqueza es la primera virtud de un difunto” – Brás Cubas.
  • Dejando de lado breves períodos, siempre rechace la exposición de la playa. Raramente iba, aunque viviese a tres cuadras. Mi mujer insistía: No lo aprovechas. Sería tan saludable… Siendo un niño de físico limitado y con talento para las enfermedades, tal vez rechazaba la franja de arena porque me gustaba vivir fuera de mi cuerpo. O negarlo y fingir que era otro. Pensaba en eso mientras, por la ventanilla del taxi, la ciudad se iba transformando desde Copacabana hasta la playa de Botafogo.”
  • El mismo pecado original de Europa, de don Sebastián, de mis antepasados, de generaciones de emigrantes y desterrados cayendo como fichas de dominó lejos de casa ocultaba cierta vocación por la tristeza, deseos vagos de desaparición. Todavía no entendía que mi personalidad no sería construida por la acumulación de experiencias, y sí erosionada por ellas.”
  • Después de un encuentro de escritores en Portugal, una temporada de algunas semanas en España y un mes en Francia, seguido de un largo viaje en tren, llegué a Roma. Sentía esa felicidad vaga y solitaria propia de los viajeros… ¿Hasta qué punto irse por voluntad propia sería diferente de capitular cabizbajo ante un adversario mediocre, o peor, de ser visto como alguien que se fuga? ¿Hasta qué punto renunciar a la tierra natal no sería fruto de un rechazo de los suyos?
  • “Formábamos una inteligencia barbuda y vagamente artística. Estábamos todos muy involucrados en lo artístico, aunque allí nadie pudiese reconocer qué era arte. El escaso talento presente en aquella sala sería en poco tiempo corrompido enteramente por la ciudad: millones arribaban al balneario cada año para tener las esperanzas molidas y el alma vendida al mejor postor, ya sea a un canal de televisión o a alguna productora audiovisual de esta ascendente y provinciana Hollywood que se creía centro de algo… En aquel Río de Heredero, la beca de capital social donde todos eran ahijados, hijos o protegidos de alguien, mi ostentación de escritor publicado era vista con curiosidad y cierta condescendencia. Ellos sabían que yo no tenía títulos de propiedad ni de nobleza. Ni tampoco tenía dinero. Se hablaba mucho. Nuestra aparente autofascinación ocultaba un espíritu competitivo, una hostilidad latente. En todas las conversaciones había un deseo de mostrarse más feliz, más saludable, más adaptado, más joven, más bonito, más sofisticado y más caro. Mejor. Y siempre en aquel ahora un poco adelantado en el tiempo, en el umbral entre lo que ya fue y lo que va a ser, en el instante anterior a la adopción en masa.”
  • A nuestro alrededor, el sistema en desequilibrio del departamento continuaba en ruidoso desorden, las prósperas y bellas parejas buceaban en su programado torbellino de excesos, el volumen de la música en el living y en la pista exclusiva que inauguramos, acompañando el estruendo de los tiros distantes, aquello ya no incomodaba a nadie.”
  • “En lo más alto de todo, las estrellas explotaban, generando supernovas, y el tiempo se hacía añicos: el esqueleto del edificio tomado de la rua da Relação 47, en Lapa, el día 14 de julio de 2008, la Librería del Cinema en el barrio de Trastevere, en Roma, la ciudad de Río de Janeiro y todo el sistema solar convergían en un punto negro, en el cual todas las direcciones del tiempo se encontraban y se anulaban en un instante puro y vacío.
  • Aquella capacidad para el teatro me hacía vivir desde hacía mucho tiempo más allá de mis fronteras físicas y emocionales, agotando todos los recursos que por obra del destino o el esfuerzo propio yo conseguía acumular. Esto valía tanto para los aspectos mundanos de la experiencia humana, sea dinero o sexo, como para el más sublime de los sentimientos. El circo portátil de hedonismo y borrachera que yo arrastraba conmigo mermaba mis fuerzas; la energía gastada en aquella carencia de estímulo no era mayor que la empleada para recoger los destrozos.”
  • En una nueva representación tardía en contra de los límites maternos, yo contrariaba todas las expectativas depositadas en mí: monogamia, instinto paternal, estabilidad financiera. Repetidas veces, dejé de ser aquello que ella esperaba de un hombre y me transformé en lo que ella no esperaba de un hombre. Tal vez por haber sido echado de casa algunas veces y pasado la adolescencia abrigando traumas, terminé convirtiendo el cuerpo y el espíritu de mis mujeres en el centro de un mundo que luego también me sería negado. Para mí, eso era el amor.”
  • Una puerta cerrada o lista para ser golpeada y, en un futuro próximo, la certeza de un recuerdo incómodo… No podía. Y poco a poco los viajes y las mujeres de los viajes me comenzaron a causar cierto enojo. Las ciudades desconocidas sobre las cuales yo me lanzaba como un vampiro priápico ya no me conmovían más. Comencé a encerrarme en sus hoteles. Allí afuera, la vida sonaba como un cúmulo de cinismo y desperdicio. Después de aquellos horizontes, al final de la ciudad iluminada, debía estar mi casa, la mujer que amaba y mi familia, pero yo tenía la costumbre de no enviar noticias por semanas, como si quisiera ahorrarles alguna clase de contagio… A todos los efectos, me había vuelto una persona fría.”
  • Y yo agregaba, vía Vargas Llosa, que la literatura era uno de esos denominadores comunes de la experiencia humana, gracias a la cual los seres humanos se reconocen y dialogan independientemente de cuán distintas sean sus ocupaciones y sus designios vitales, las geografías, las circunstancias en que se encontraron y las coyunturas históricas que determinan su horizonte… Y citaba a Antonio Candido: Así como no es posible que haya un equilibrio psíquico sin los sueños durante el sueño, tal vez no haya equilibrio social sin la literatura. De este modo, ella es un factor indispensable de humanización y, siendo así, confirma al hombre en su humanidad, lo que entonces ya me parecían ideas bastantes ingenuas, por no decir por completo exageradas y absurdas, incluso porque no hay evidencia o estudio relevante que confíe cualquiera de esos efectos mágicos a la lectura de un libro.”
  • Fuera de aquella preocupación constante —la puerta y las ventanas—, nada podía confortarme, o decirme algo, o ayudarme a ver cualquier cosa. El presente ya no era un punto de transición del pasado hacia el futuro, tampoco un espacio de recreación de aquel pasado y de aquel futuro: era una repetición infinita de sí mismo sin ninguna clase de propósito. Y desde allí: no vivir mas aterrado por haber elegido mal. No sentirme más que estoy en algún punto del pasado pensando en mi vida de ahora como una posibilidad remota. O del futuro, queriendo decirme algo fundamental que no puedo oir, o que me falta la voz para decirlo… O que hay una fiesta permanente a la cual jamás seré invitado. Vivir al fin el presente: todos los recuerdos descartables; la memoria, un artefacto inútil.”
  • Me cuidas de la fiebre y me pasas agua oxigenada por las heridas hasta adormecerte, cayendo a mi lado. Me quedo un rato hablando solo. Deslizo la mano sobre tu cabeza, juego con las orejas, la nuca, la piel negra y caliente de tu cuello desnudo. Quiero que te despiertes. Finalmente te hartas de mí con un gemido y me das la espalda, pegas las palmas de tus manos y doblas las rodillas, tan pequeña dentro de aquel cuerpo. Nunca estás ausente, ni borracha, mucho menos dormida. Como si en cualquier momento pudieras despertarte sobresaltada.
  • Me siento, a media luz. El cemento del piso tiene el olor de la obra. No te gusta el olor. Pero te gusta el gran espejo roto, te gusta verte, girar el cuello para verte. A veces me olvidas, hipnotizada por tu propia imagen…”
  • El límite entre la resistencia y la renuncia es muy estrechoA veces, casi invisible. También la frontera entre el pesimismo y el coraje suele confundirnos. Son territorios limítrofes, generalmente desérticos y habitados por nómades o suicidas. Producto de un fenómeno cultural de nuestro tiempo —el concepto de autoría como performance parece haber vagado sobre aquella tierra infértil.”
  • En este último libro, él es un personaje literario y el narrador de su propia historia; es una persona real que roba su identidad y muere en un edificio tomado en Lapa —y por eso se vuelve ficcional—; y, por último, es el escritor que deja inconcluso el borrador de una novela. Los tres son personajes de ficción y personajes reales al mismo tiempo. Y los tres están muertos… El autor se mezcla con su propia obra en un juego de apariencias sin el cual esta no podría comprenderse.”
  • “Forman parte de este rompecabezas autoficcional las misteriosas circunstancias de su desaparición: el mismo duodécimo piso desde donde alguien saltó al vacío en el libro, el mismo departamento alquilado con el pretexto de escribir una obra y filmar un documental sobre el robo de su identidad (como un personaje de ficción que registra a un escritor “real” que se cree ese personaje), el mismo edificio construido sobre el esqueleto donde su supuesto doppelgänger murió en julio de 2008 y donde él encontró su destino ocho años después.”
  • La discreta —por no decir inexistente— crónica policial sobre su muerte, el largometraje, también inacabado, la tímida repercusión en los medios culturales, la sospecha de asesinato, la conclusión ambigua de la investigación a cargo de la policía, todo eso forma parte de un objeto que sobrepasa los méritos del libro.. Sí, aislada, la novela puede ser leída como un auto-panegírico que el autor disfraza a través de una supuesta indagación moral sobre sí mismo y sobre su ciudad, la lectura conjunta con elementos externos a la obra propone nuevas significaciones: tal vez su muerte señale que la literatura anémica que busca sobrevivir al extenderse y derramarse sobre el mundo está al borde de dejar de ser literatura, si es que ya no dejó de serlo.
  • Si nos centramos en su corta e irregular obra, vemos que el autor intenta a cada momento trabajar el fetiche exhibicionista de nuestra sociedad como una capa narrativa más, en la cual el lector no sólo sigue la vida de los personajes, sino que también espía la vida del creador del relato. Parece una condición primera que la obra esté compuesta por algo que esté más allá de los libros publicados, una vez que, a cada momento, nuevos elementos o pistas pueden ingresar en ella… Este juego parece apuntar hacia un nuevo campo de investigación en el ámbito de los estudios literarios al aparecer un posible deslizamiento de la obra hacia el cuerpo/ imagen del autor/actor, escritor/personaje.”
  • Los desplazamientos del joven escritor muerto (será un “joven escritor” para siempre) parecen tener como objetivo final llevar su autodemolición al límite, como un mensajero del futuro que se entrega a sí mismo su propia sentencia de muerte.

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