Book Review: El Conejo en la Cara de la Luna – Ensayos sobre la mitología de la tradición mesoamericana

Decidí comprar este libro durante una visita rápida a la librería del Fondo de Cultura Económica (FCE) en Toluca, mi ciudad natal. El título y descripción general del libro atrajeron mi atención, al ilustrar aspectos interesantes de tradiciones mesoamericanas.

El libro está escrito por Alfredo López Austin, quien es considerado uno de los más destacados estudiosos del pensamiento y la religión prehispánicas. López Austin es también autor de grandes tratados e indagaciones exhaustivas y, como se plantea en la introducción de esta obra, ofrece en ella una muestra de sus hallazgos.

El autor reúne en este libro dieciocho de sus trabajos de México Indígena y Ojarasca. Los dieciséis puntos que me parecieron más interesantes de esta obra aparecen a continuación:

  • Hoy pensamos en la mitología como en una de las grandes conquistas del hombre, pero como una conquista que ha quedado atrás. Reconocemos la belleza literaria de los mitos, su influencia en las más diversas manifestaciones artísticas, su potencia hermenéutica en el estudio de las sociedades ajenas, su profundidad psicológica y el papel que tuvieron en los procesos ideológicos del pasado. Sin embargo, los juzgamos anacrónicos. Se nos olvida, por una falsa universalización de nuestra visión científica, que el mito conserva aún sus funciones propias en la vida de un buen número de habitantes del planeta.
  • Los mitos explican la presencia del conejo en la cara de la Luna. En un mito de los mexicas registrado por fray Bernardino de Sahagún en el siglo XVI, se dice que antes de que existiese la luz solar se reunieron los dioses en Teotihuacán y se preguntaron quién se haría cargo de iluminar el mundo. Un dios rico, llamado Tecuciztécatl (El Originario del Lugar del Caracol Marino), se ofreció para alumbrar la superficie de la Tierra; pero los dioses deseaban que lo acompañara otro candidato. Nadie manifestó el valor de hacerlo, y cada uno de los que eran propuestos se excusaba. Los dioses hablaron por fin a un dios pobre y enfermo, Nanahuatzin (El Buboso), diciéndole: “Sé tú el que alumbres, bubosito”, y el dios enfermo aceptó el cometido.
  • Tras la cremación de Nanahuatzin y Tecuciztécatl, los demás dioses se sentaron para esperar el nacimiento del Sol. Todo el cielo estaba enrojecido por el alba; pero los dioses no sabían por dónde surgiría el astro. Algunos, entre ellos el dios del viento (Quetzalcóatl), acertaron al decir que el Sol nacería por el oriente. Salió por fin Nanahuatzin con todo su fulgor, convertido en Sol, y después salió Tecuciztécatl como Luna, también por el oriente y con la misma intensidad de luz.
  • Entre los chinantecos, pueblo que vive en el estado de Oaxaca, se cuenta que Sol y Luna eran dos niños, hermano y hermana. Los pequeños Sol y Luna mataron al águila de los brillantes ojos: Luna tomó el ojo derecho, que era de oro; Sol recogió el ojo izquierdo, que era de plata… Tras mucho caminar, Luna sintió sed. Sol prometió decirle dónde había agua a condición de que permutaran los ojos del águila; además, le impuso a su hermana la condición de que no bebiera el agua hasta que el Cura Conejo bendijera el pozo. Luna desobedeció y su hermano le golpeó el rostro con el Cura Conejo; a esto se debe que Luna tenga hoy la cara manchada.
  • El otro mito se cuenta entre los actuales tzeltales de Pinola, en el estado de Chiapas. La aventura ocurre en la feria de un pueblo. Una mujer y su hijo fueron a divertirse en los juegos mecánicos y subieron a la rueda de la fortuna. La madre llevaba consigo un conejo. Muchos hombres envidiosos que estaban en la feria sintieron coraje porque el niño y su madre habían podido subir a la rueda al primer intento, y les arrojaron piedras. Una de las piedras pegó en el ojo a la mujer. La rueda de la fortuna giró, subiendo al cielo al niño y a su madre. El niño se convirtió en el Sol, y su madre en la Luna. Ésta, por haber sido golpeada en el ojo, no brilla tanto como el Sol.
  • Una forma de percepción, en resumen, no parece derivar simplemente de la aventura relatada en un mito, sino que, por el contrario, varios mitos hacen referencia, a posteriori, a dicha particular percepción. Esta se encuentra relacionada previa y firmemente con conceptos y prácticas arraigados en la vida cotidiana de los pueblos.
  • El estudio del mito da nuevas dimensiones al conocimiento histórico de la organización social, de las relaciones familiares o de las antiguas técnicas. Permite comprender instituciones complejas en su imbricación social. Trasciende las abstracciones frías que parecen perder su origen humano en los estudios en los que predominan cuadros sinópticos, fórmulas, gráficas o medidas. Sin duda son estos cuadros y fórmulas indispensables para la comprensión de la realidad; pero no lo son todo, porque las instituciones no se dan desnudas, independientes, en medio de la complejidad de la vida social.
  • En algunas ocasiones las fuentes históricas proporcionan una razón de los dichos. Es el caso de la expresión moxoxolotitlani, que puede traducirse como “se envían los pajes“. Esta expresión era oportuna cuando alguien era enviado con alguna comisión y no cumplía con el encargo. Se cuenta en la Historia general de las cosas de Nueva España de fray Bernardino de Sahagún, que el dicho deriva de los tiempos en que Quetzalcóatl era el señor de Tula. El adusto gobernante tuvo conocimiento de que dos mujeres se estaban bañando en su estanque privado. Envió por ello a algunos mensajeros para que se informaran quiénes eran aquellas mujeres; pero los enviados se quedaron viendo a las bañistas y no regresaron a dar cuenta de su encargo. Quetzalcóatl, una vez más, envió a otro de sus pajes… Sucedió lo mismo, porque el nuevo mensajero también se quedó viendo a las mujeres. Ya no envió Quetzalcóatl a ningún otro, y del episodio quedó el dicho moxoxolotitlani.
  • ¿Fue el relato anterior una leyenda? ¿Fue, por el contrario, parte de un mito? Es difícil averiguarlo. En muchos casos, con el paso de los siglos los mitos y los dichos, enlazados originalmente, toman caminos diferentes, éstos pueden sobrevivir a aquéllos aunque el vacío de su sentido produzca desasosiegos infantiles. Sin embargo, no siempre es así. Algunas veces es posible dar con las relaciones, y con frecuencia en forma demasiado clara. Hoy en día entre los triques de Copala, cuando una mujer pide fuego a una vecina, se le dice que es una tlacuacha.’ El dicho procede, indudablemente, del mito en el que la tlacuacha va al mundo de los dioses para robar el fuego que llevará posteriormente a la tierra.
  • Cuando guiaba a su pueblo hacia la tierra prometida, el dios Huitzilopochtli castigó a su hermana Malinalxóchitl, la malvada hechicera, por sus desmanes. Ella y su grupo fueron abandonados en el camino, y los demás peregrinos siguieron la marcha a la región de los lagos. Cópil, el hijo de Malinalxóchitl, quiso vengar a su madre y atacó a los mexicas cuando llegaban a Chapultépec; pero fue vencido, su cabeza quedó en la cumbre del Tepetzinco y su corazón fue arrojado al lago de Tetzcoco entre tulares y cañaverales. Treinta y nueve años después, en el año 1-Técpatl (1324), los jefes Cuauhtlequetzqui y Axolohua volvieron al sitio donde se había sumergido el corazón de Cópil y fueron testigos del prodigio del águila con el que Huitzilopochtli anunció a su pueblo el final del viaje.
  • Iniciamos el aprendizaje de los símbolos patrios con el relato de un milagro. El escudo nacional evoca la llegada y el establecimiento insular de un grupo humano en la cuenca lacustre. De estos hombres se tomarían nombre y fama para construir la fórmula de nuestra identidad, y el islote del nacimiento de Mexico-Tenochtitlan sobre el mítico corazón de Cópil se tendría como el corazón de la patria. Impresa la imagen del dios solar en el centro de la bandera, el símbolo se petrificó en una de sus formas y la narración del milagro se redujo oficialmente a una sola de sus versiones.
  • Con sus cálculos matemáticos los mayas dieron un gran paso hacia adelante en relación con el resto de los mesoamericanos: los mayas rechazaban la naturaleza azarosa del debilitamiento del Sol, reduciendo el accidente a la regularidad matemática. Con las tablas de las lunaciones los eclipses solares ya no fueron para los mayas percances celestes, sino los magníficos acontecimientos regidos por una ley universal que podían conocer los sabios. Sin embargo, la capacidad de predicción no domeñó el temor: simplemente auxilió a los sabios mayas a conjurar oportunamente la desgracia que atribuían al oscurecimiento solar.
  • La expresión humana de la belleza se hace equivalente a la suprema belleza de los dioses: al orden geométrico del movimiento. La danza -fusión máxima de lo divino y lo humano- es el giro de colores que sigue el mandato de los instrumentos músicos… Entre los nombres que han tenido una historia semántica bastante compleja y una variación notable en su aceptación está el de chicano. Originalmente designó al mexicano que tenía aún poco arraigo en los Estados Unidos, para distinguirlo del pocho, ya más asimilado a las tradiciones estadounidenses. De esta distinción inicial se pasó a la económica: el chicano era de posición inferior al pocho, cuya residencia más prolongada le había permitido alcanzar un nivel económico más alto. Con este matiz el nombre chicano fue usado, cuando menos en Texas, despectivamente. Pero del sentido limitado e injurioso pasó, por el esfuerzo de muchos estadounidenses de origen mexicano, a una dignificación y revitalización de hondo sentido político. Hoy se lleva con orgullo.
  • Es frecuente que los grupos humanos tengan dos tipos de nombres: los que ellos mismos se imponen y los que se usan desde el exterior para designarlos. Los diné, por ejemplo, son conocidos desde fuera con el nombre de navajos, derivado del que les dieron sus vecinos los tewas: “apaches de Navahu”. Los ñusabi o “gente de las nubes” fueron llamados mixtécah (mixtecos) por los nahuas, quienes no cambiaron el significado del nombre original, sino que sólo lo tradujeron a su lengua. Los hñahñu o ñanho recibieron el nombre de otontin (otomíes) muy probablemente también de origen náhuatl. Así muchos otros pueblos… Los nombres impuestos desde fuera pueden desagradar a quienes los reciben. Nada es más razonable y justo que la autodesignación.
  • ¿Tendrían los antiguos mayas, entre los graves temores que los impulsaron a incursionar en el ámbito de las regularidades celestes, el temor a la influencia del conejo lunar? No hay manera de saber si entre ellos existía un mito semejante al de los nahuas del altiplano central. Según los nahuas el Sol y la Luna nacieron con igual potencia luminosa. Los dioses, que no juzgaron conveniente la existencia de ambas luminarias, oscurecieron la cara de uno de los astros golpeando su faz con el cuerpo de un conejo.
  • La expresión humana de la belleza se hace equivalente a la suprema belleza de los dioses: al orden geométrico del movimiento. La danza – fusión máxima de lo divino y lo humano – es el giro de colores que sigue el mandato de los instrumentos músicos.

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